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Por: Toillet Damiran
Todos los derechos reservado © 2001. Prohibida su publicación si permiso del autor. No sean mediocres: NO COPIEN.

Capitulo IV:

Caída, Oscuridad y Luego... II Parte.

El submarino descendió en la oscuridad, tropezando con recuerdo distorsionados por las burbujas.

• Señor, ya casi llegamos, el abismo solo tiene 1 Km., de profundidad.
• Perfecto. – La nada es hermosa- se dijo el Señor Rugal para sí.

El pez metálico descendió hasta el fondo de la boca del mar, buscando un objeto tan valioso como un diamante pero tan destructivo como cientos de bombas atómicas.

El fondo lucía como una noche sin luna, la vida parecía haberse olvidado que existía ese lugar, ningún pez, ninguna luz, solo nada y oscuridad. Parecía que se hubiesen introducido al corazón de Rugal.

• Señor, el radar no detecta nada, creo que no estamos en la tierra.

• Los aparatos no sirven para encontrar lo que busco, ayúdame a ser mis ojos, confía en tú corazón. El mío está malvado como este abismo. Mira por las ventanas y busca.

El piloto incrédulo a las palabras de Rugal, se acercó a una de las ventanas. Pensaba para sí: - Este tío se ha vuelto loco, pero mejor no lo contradigo, porque es capaz de matar me -.

• No veo nada, esto este más negro que lo negro.

• ¡ No crees lo que digo!. Miserable basura, más vale que lo veas o si no te mataré porque no me sirves.
• ¡Glup!, Tranquilo, mejor es que salgamos de aquí.
• Cállate basura, - Estas palabras fueron chispas a la paja seca. El señor Rugal, sin piedad le agarro la cara y se la estrelló contra el vidrio diciendo: - Lo ves idiota, ya puedes observar lo -.
• Debes estar a punto de morir para conocer a la muerte, pregúntale a ella donde esta.

Lo estrelló con tanta violencia que le hizo añicos la cabeza, dejando pequeñas fisuras en la ventana.

• Como odio, tener a mi mando personas incompetentes. Ojalá no tenga SIDA, ja, ja, ja. Me salpico el desgraciado. Yo mismo tendré que salir, el dinero no compara la felicidad pero como ayuda, ja, ja, ja. Poseo lo mejor de la Tecnología.
• Rugal...
• ¿Quién dijo eso?.
• ¡Rugal... Rugal... Ruggaall.!
• Lárgate de aquí espectro.
• Ven... Rugal... soy yo... Orochi
• ¿Qué quieres de mí?.
• ¿No quieres el poder ilimitado?. Sal y búscame.

De la nada una luz brilló desde la parte superior del abismo.

• Sal y búscame.

Hipnotizado por la voz. Se puso el traje especial para estar a grandes profundidades y salió del único lugar donde podía estar seguro.

El panorama era desconsolador, una serie de esqueletos con señas de que murieron incinerados estaban dispersos alrededor de una pequeña pieza, manchada de sangre.

Una voz retumbó y rompió con la tranquilidad del lugar:

• La muerte puede morir.

Uno a uno los esqueletos se fueron poniendo de pie.

• Como carajo los puedo escuchar, sin en el fondo del mar, es imposible. ¡Cállense me están volviendo loco!.
• Míranos, mírate esto eres tú, nada.
• Eres un monje depravado. Dijeron los esqueletos.
• Cállense, los volveré a mandar a la tumba.

Se les acercó nadando e hizo que brotara energía de su cuerpo, pulverizando los esqueletos hasta convertidos en polvo.

Rugal tomó el fragmento, a punto de enloquecer subió al submarino. Mientras entraba pensaba en esas palabras.

• ¿Qué es olor?. ¡Es sangre!.

Todo el submarino había sido cubierto con una alfombra de agua con sangre.

• Ya ve señor la muerte puede morir. Le dijo el cadáver descabezado que se le acercaba a Rugal, brotando sangre a borbotones de la cabeza.
• ¡Yo te mate!. No importa otra vez morirás y está vez para siempre.

Rugal le asestó un golpe atravesándole el corazón y sacándoselo.

• Mira tú patético corazón. – le decía al cadáver, mientras lo sostenía en una mano.
• No lo hagas, sí lo haces morirás.
• No te creo.- Con la mano libre, lo aplasto volviendo pulpa.

La ventana estalló llenando el submarino con sangre y agua.

• No puedo morir, mi odio es quien rige mi existencia.

El agua entro rápidamente, llegando finalmente a llenar el submarino.

• El frío, la sangre, seres insensatos, mí venganza propósito de esta vida. ¡No!.

Su grito estremeció el portaaviones y lastimo los oídos del mar.

En su camarote la señorita Vice recordaba varias ideas que había escuchado del señor Rugal:

- ¿Qué controla al hombre, por qué no me suicidio?.

En primer lugar está mi instinto de sobrevivir, que es característico de todo ser que puebla la tierra y el universo. Desde los seres más diminutos como las células hasta los más avanzados: "los hombres".

Compartiendo el segundo lugar se encuentra la razón y los sentimientos. La razón es muchas veces subyugada por los sentimientos. Son lo que somos realmente, son condicionados por la razón y el conocimiento a través de la experiencia. A cada sensación y actuación le corresponde un sentimiento que motivo a actuar de esa forma.

• Veo que ya se siento mejor señor Rugal.
• Gracias Mature.
• Vice no se ha apartado de usted.
• Es bueno saber esto.
• Señor que paso allá abajo. La cámara del barco grabó algo.
• Deseo ver la cinta.
• Con gusto. Traigan el equipo de vídeo a la sala de recuperación.
• Nuestro jefe, es un monstruo, verdaderamente es inmortal.
• Calla y trae las cosas, rápido, tú sabes como están de mal de la cabeza estas gentes.
• Pongan la cinta par de inútiles.
• ¡Sí!.
• Ese soy yo. Ja, ja, ja. ¡Qué poder!.
• Liberó tanta energía que separo el mar, no sabemos como sobrevivió a la fuerza de las aguas cuando colapsaron las aguas al cerrarse. Lo encontramos 500 metros más adelante. El pobre piloto no pudo salvarse.
• No importa, no servía para nada. Ja, ja, ja. Yo lo mate.
• Como puede ser tan frío. –Pensó Mature-. Señor yo estaría asustada al verme a mi misma convertida en un monstruo.
• Pues retirarte, creo que descansare un poco más.
• Pero señor lleva dos días dormido.
• A ti no te importa. Lárgate... zorra.

Con lágrimas en los ojos Mature salió corriendo del cuarto.

- Ja, ja, ja. Soy un superhombre la muerte morirá en mis manos.

Fin