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| Kyo | Iori (Destello Púrpura) |

Por: Toillet Damiran
Todos los derechos reservado © 2001. Prohibida su publicación si permiso del autor. No sean mediocres: NO COPIEN.

Recordar: Felicidad y Tristeza.

No pude dormir otra vez por la culpa de Kusanagui, quisiera encontrármelo para acabar de una vez con mi agonía.

Quizá sí nunca me hubiera topado con Kusanagui yo estaría tranquilo. Ha pasado mucho tiempo desde ese momento.

Había huido de casa, como otras tantas veces, pero esta vez prometí no volver jamás. Caminaba hambriento de alimento y cariño por la ciudad, recorriendo calles, personas, basureros e insultos. Todo esto me había endurecido el alma. Solo tenia un pequeño oasis en la plaza, un puente entre el cielo y la tierra, una señora, una madre que me alimentaba. Muchos atardeceres habían contemplado mi madre postiza y yo. ¡Que días aquellos!.

Maldita sangre, maldigo ese día. Unos adolescentes jugaban fútbol en la plaza, un tiro fallado, una puñalada en mi corazón. Kyo vino a buscar el balón perdido, que se detuvo justo delante de mí, aquel balón parecía reír. Con solo mirar a Kusanagui las puertas del purgatorio que contenían al demonio se abrieron de par en par, desatando la sed de sangre y muerte de los Yagami.

Movido por una fuerza extraña que se posesiono de mi cuerpo, ataque sin piedad a Kusanagui, rasgándole la camisa y su orgullo.

¿Por qué?

El ángel trato de imponer justicia pero el demonio fue más fuerte y le destrozó la garganta de un solo tajo.

Kusanagui también enloqueció, ambos pudimos observar nuestra herencia Orochi dar sus primeros pasos.

El fin del día apagó la leve llama que el odio de mis ancestros encendió. No lo sé pero así como en un momento éramos temibles fieras al otro, nos volvimos inofensivas mascotas.

Él se fue sin decir nada, yo llore la muerte de la persona que amaba. Me dolía haberla arrancado de mí, pero en el fondo me sentía orgulloso de lo que había hecho. La deje ahí con las demás personas que no entendían como dos muchachos tan enclenques pudieron haber causado tanta conmoción. Sabía que nada podía hacer, era tarde para todo, habías sido tarde hace siglos, no puedo cambiar lo que soy... sangre de Orochi, sangre del mal.

Ese día alguien más murrio, no fue mi progenitor paterno porque el no estaba vivo, había muerto para mí desde el momento en que se atrevió a maltratar a mi madre. Claro lo único que hice fue empujarlo a la tumba con la ayuda de Orochi. Murió él yo que lo demás conocían y resucita él yo que siempre conocí.

Aún en un lugar tan apartado de todo como es el reformatorio, vienen a mi mente estos recuerdos, haciendo que mi sangre hierva.

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11:00 PM
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